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Al son de los tambores una se acercó a Rebeca y la besó en los labios. Las demás la imitaron. Las llamas proyectaron sombras sobre ellas.
Ya estaba hincada frente a él, sujetando el gran miembro de Paco con la mano izquierda, como si fuera un cigarrillo…
Un vientecillo les alzó las batas. Es una visión digna de una muerte digna. Por eso cierra los ojos y se resigna.