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Puede que mi castillo
esté rodeado de tinieblas,
aislado, junto a un lago,
puede que esté en ruinas,
rodeado y protegido
por dragones.
Ven con la pureza de tu ser
que acepta y ama
lo que en superficie se ve,
en el interior,
tu luz y la mía
ilumine
las nuestras zonas sombrías.
En el monte del silencio
valiente, una guerrera
del castillo se hizo dueña,
a sabiendas,
el dragón
vendría con furia,
reclamando su posesión.
Bien sabia la guerrera
de la existencia del dragón,
de aspecto cruel y malvado;
ella le amo, con paciencia
espero, despertó su corazón.
Se va llenando la mente,
todo cuanto percibo
veo, oigo y leo
florece en pensamientos,
alimentando el conocimiento.
Si me hallo perdida
en el bosque del pensamiento,
respiro profundo,
me sumerjo
el centro de mi ser
donde mi alma
en calma,
desde la intuición me guía.
Lo ves?,
ahora sonríes,
te brillan los ojos
lo entendiste todo,
rompiste los muros,
las cadenas que te ataban,
a una vida que nunca fue
tu esencia.
Lo ves?,
Te sientes cómoda
siendo quien eres,
nada te fuerza,
todo te fluye.
¡Ahora vive!
Me cubre un manto de cuervos negros
por todas las batallas
que hoy son mi fortaleza,
el acero clavo con fuerza
contra el suelo,
ya no hay guerras en mi pecho.
Acabe con los juicios
propios y ajenos,
serena y en calma,
liviana mi alma me guía.
Percibo, vibro y siento.
Y mientras a mis espaldas
el mundo se mueve entre
luces y sombras,
a velocidad de vértigo
Yo, aquí sentada me pregunto;
porque tanta prisa?,
no ven que se pierden la mitad
de la vida?.
Cada cual a su ritmo,
mientras, voy creando mi camino,
y lo transito al paso que yo decido.
Habla con la sinceridad del corazón,
transparente,
clara en cada una de sus palabras.
Sueña,
ríe e imagina con la mente,
siempre en calma.
Escucha,
conecta,
siente,
vibra con el alma.
Le sonríe a los días grises y a los soleados.
Ama cuanto la rodea, vive en plenitud.
En los silencios, soy.
En los pensamientos, navego.
En las palabras, vivo.
En las emociones, me guio.
En el alma vibro.
Regálame madre naturaleza
de verde al corazón
que ilumine mi pecho
de la oscuridad del pensamiento,
dame la serenidad y la calma.
Que mis harapos sean rojo intenso
la misma intensidad
con la que sienta
cada paso en el bosque
cada camino transitado.
Ofrecer lo mejor de uno mismo sin pedir nada a cambio ya es de por sí satisfactorio. Evitando la necesidad, la dependencia y la lucha de equilibrios comparando lo que se da y recibe. Sin forzar nada, porque si realmente es, fluye el equilibrio. En sencilla compenetración.