¡Titivillus! Así protesta el corrector de textos cuando Titivillus, el diablillo de las erratas, hace de las suyas. Una de sus representaciones podría encontrarse en esta tabla que custodia el Monasterio de Las Huelgas. En el ¡hillo! ¡Maldito Titivillus! ¡Hilo!

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